Repensar la vida urbana ante el auge de las poblaciones de ratas

Desde los ciervos que cruzan casualmente las autopistas hasta los jabalíes que rebuscan en la basura de los jardines comunitarios, la fauna y los seres humanos ya no son dos mundos separados. Las ciudades ofrecen ahora un telón de fondo casi perfecto para especies que, tradicionalmente, se asociaban a una naturaleza exuberante y virgen. Esto también nos recuerda que, antes de que la urbanización invadiera gradualmente los paisajes naturales, todas las zonas existían en un estado salvaje e inalterado.
Cuando la pandemia golpeó y las actividades comerciales se cerraron en 2020, se vio a animales salvajes vagar libremente por zonas dominadas por los humanos, reclamando su espacio y redefiniendo el paisaje urbano global. Entre ellos, las ratas, asociadas desde hace mucho tiempo a los asentamientos humanos, han invadido las calles de manera silenciosa pero constante durante los últimos siglos.
A medida que los ecosistemas se interconectan en un espacio cada vez más reducido, ¿qué se puede hacer para evitar que humanos y especies salvajes colisionen?
La Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) es consciente de que actualmente aumentan los encuentros entre humanos y animales salvajes, lo que incrementa el riesgo de aparición de enfermedades. A lo largo de sus 100 años de existencia, la Organización ha ampliado su campo de acción para incluir a la fauna salvaje, por considerar que la salud de los animales y de la fauna salvaje es parte integral del sistema de soporte vital del planeta.
La vida en la ciudad
Para algunos puede resultar sorprendente saber que las ratas forman parte de la fauna silvestre y, más concretamente, de la fauna comensal, es decir, de las especies silvestres que viven cerca de los humanos. Aún queda mucho por descubrir sobre estas criaturas, a menudo olvidadas en la literatura científica. Recientemente, algunos estudios han intentado comprender qué es lo que atrae a las ratas a la ciudad. A medida que crecen los espacios urbanos y los recursos se concentran en espacios reducidos, las ratas salen cada vez más de sus zonas de confort en busca de comida, desechos y refugio. Hoy en día se pueden encontrar en cualquier parte del paisaje urbano, desde sótanos hasta obras en construcción y edificios abandonados, mientras satisfacen frenéticamente sus necesidades.
Pero la ubicuidad de esta especie no se debe únicamente a su naturaleza curiosa y a su capacidad de adaptación. Entre los factores que las empujan a entornos creados por el ser humano, el cambio climático se ha identificado como una fuerza impulsora. Un nuevo estudio publicado en la revista Science Advances explora el nexo entre este fenómeno extremo y el aumento de las poblaciones de ratas. Las grandes ciudades de Europa y EE. UU. mostraron las tendencias más marcadas, lo que resalta un punto clave: los lugares que experimentaron los mayores aumentos en las temperaturas medias son también aquellos en los que se han notificado más avistamientos de ratas.
Investigadora del Instituto Nacional de Salud Pública y Medio Ambiente (RIVM) de los Países Bajos, Miriam Maas lleva más de 10 años estudiando las zoonosis transmitidas por ratas. Explica que la proximidad de las ratas a los seres humanos y sus interacciones cada vez mayores suponen un problema de salud pública. En conjunto, las ratas pueden transportar y transmitir un número relativamente elevado de patógenos peligrosos. Sin embargo, solo un número limitado de estos patógenos causa una carga significativa para los seres humanos, y esto varía según la región. Es el caso de la leptospirosis, que provoca la hospitalización de entre 40 y 60 personas al año en los Países Bajos, mientras que en las regiones subtropicales esa cifra es mucho mayor.
Soluciones para una coexistencia pacífica
El aumento de las poblaciones de ratas en entornos altamente urbanizados plantea cuestiones críticas sobre el delicado equilibrio entre los ecosistemas. Algunas ciudades han adoptado enfoques radicales. En Nueva York, por ejemplo, el año pasado se celebró por primera vez una cumbre que reunió a investigadores de todo el país y a expertos municipales en control de roedores, con el fin de avanzar en la ciencia de la gestión de ratas urbanas. Las soluciones propuestas incluyen programas de educación y participación pública, pero también iniciativas más drásticas, como el control de la natalidad y la exterminación.
También es necesario comprender los cambios demográficos y el papel que juegan la urbanización, la densificación y el cambio climático, entre otros factores subyacentes. “Como no es posible eliminar las ratas de las ciudades, debemos llegar a un consenso sobre el tamaño aceptable de la población“, continúa Maas. “Por ejemplo, en los parques, muchas personas están más dispuestas a aceptar que las ratas vivan allí, mientras que muy cerca de sus casas, la gente suele ser menos tolerante“.
Volver a imaginar un espacio compartido para la salud de todos
Aunque la fauna salvaje presenta nuevos desafíos para las ciudades, también ofrece oportunidades únicas para la conservación. Los espacios verdes pueden convertirse en refugios seguros para los animales salvajes, mientras que las instalaciones que favorecen la vida silvestre, como los jardines urbanos y los humedales restaurados, pueden contribuir a mantener las poblaciones locales de fauna al mismo tiempo que se preserva la biodiversidad.
Kaylee Byers imparte clases en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Simon Fraser y dirige el laboratorio OH-HI (One Health, Human Dimensions and Implementation), donde estudia soluciones locales y globales que favorezcan nuestra salud colectiva. Cree que las ratas se sienten tan cómodas en nuestras ciudades también gracias a nosotros, a la forma en que hemos construido nuestras ciudades y a los alimentos que les proporcionamos.
En otras palabras, la especie ha evolucionado para prosperar en las condiciones que los humanos han creado. “Afortunadamente, podemos tomar muchas medidas para reducir nuestro contacto con las ratas”, argumenta cuando se le pregunta qué se puede hacer para garantizar interacciones saludables entre la fauna salvaje y los seres humanos. Esto incluye mejorar la infraestructura urbana y reducir el acceso a alimentos que les permitan sobrevivir.
Sin embargo, en lo que respecta a las ratas, persiste un importante estigma.
El miedo que les tenemos se debe, en parte, al contexto histórico y a la falta de comprensión generalizada. También es cierto que algunas ratas han desplazado o superado en competencia a otras especies de roedores autóctonos. Por ejemplo, la llamada “rata negra”, que se cree originaria de la India antes de expandirse por los continentes debido a las actividades humanas, ha sido irónicamente reemplazada o superada en muchos lugares por la rata parda. La naturaleza invasora y el impacto negativo de algunas ratas sobre las especies autóctonas son aspectos que debemos tener en cuenta.
Siguiendo una visión similar, la OMSA ha ampliado recientemente su labor en el área de sanidad de la fauna salvaje, orientando a sus Miembros en el uso de estrategias de “Una sola salud” a nivel nacional para ayudar a gestionar el riesgo de aparición de enfermedades en la interfaz hombre-animal-ecosistema, y proteger a los animales salvajes en estos escenarios. A través de este enfoque, la OMSA trabaja con los países para desarrollar sus capacidades nacionales de vigilancia de enfermedades animales y fomentar las asociaciones de “Una sola salud” entre diferentes instituciones gubernamentales.
Mientras el planeta sigue evolucionando, la historia del auge de las ratas en los entornos urbanos resalta la naturaleza interconectada de los ecosistemas, la salud animal y el bienestar humano, subrayando, en última instancia, la necesidad de una acción colectiva.
“La realidad es que las ratas están aquí para quedarse”, concluye Byers. “A medida que crece la población urbana, es probable que también lo hagan las ratas”. Su presencia consolidada abre un debate urgente sobre cómo gestionar las interacciones entre el hombre y la fauna de forma equilibrada y reflexiva. Las poblaciones urbanas de ratas nos enseñan que la solución no siempre reside en la voluntad de “hacer que funcione”. En cuanto a la fauna urbana, las ciudades deben encontrar formas de coexistir con especies diversas como las ratas, aunque ello implique llegar a un compromiso.